Mientras las formas tradicionales de trabajo siguen evolucionando, los espacios de coworking surgen como catalizadores de la novedad y la transformación social, donde la diversidad y la inclusión son las consignas. Pero, ¿pueden ser realmente palancas de la diversidad o reproducen, a su manera, ciertas desigualdades en el mundo laboral? Análisis

Espacios de trabajo flexibles: espacios abiertos... ¿pero para quién?

Los espacios de trabajo flexibles se presentan a menudo como "abiertos a todos", donde todos pueden encontrar su lugar y acceder en igualdad de condiciones a los servicios ofrecidos.

¿Existe diversidad cultural, social o generacional? Obviamente, el coworking es una importante palanca de transformación, sobre todo cuando se trata de revitalizar determinados barrios o zonas rurales. Lejos de ser meras oficinas compartidas, el coworking y los espacios de trabajo flexibles son verdaderos motores de revitalización urbana.

Al establecerse en zonas desatendidas, reactivan la economía local, promueven la creación de empleo y estimulan una dinámica colaborativa. Emprendedores, autónomos, trabajadores por cuenta propia: perfiles muy diversos encuentran un lugar donde innovar y forjar vínculos, revitalizando así la zona y haciéndola más atractiva. Esta presencia también puede desencadenar un círculo virtuoso: los comercios locales, los servicios culturales y los locales sociales renacen en las proximidades, animados por la afluencia constante de nuevos usuarios. De este modo, el coworking se convierte en una poderosa herramienta de diversidad funcional, favoreciendo la aparición de un tejido económico vivo, híbrido y arraigado en la realidad social de la zona.

Iniciativas encomiables

En toda la región están surgiendo numerosas iniciativas para hacer que el coworking sea más inclusivo. Algunos operadores desarrollan ofertas solidarias, como tarifas adaptadas a los demandantes de empleo, espacios reservados a mujeres empresarias o a personas neuroatípicas. Otros se apoyan en colaboraciones con asociaciones de integración social o autoridades locales para abrir sus puertas a personas alejadas del empleo o discriminadas.

Lugares como La Ruche, Simplon o Diversidays multiplican los formatos híbridos entre espacio de trabajo y compromiso social, ofreciendo programas de apoyo, formación y tutoría. El coworking se convierte así en un trampolín hacia la autonomía y la emancipación profesional.

Sin embargo, nuestra iniciativa "favorita" de todas las del mercado sigue siendo la de Kiléma: un tercer lugar de inclusión único que pronto abrirá sus puertas en el corazón de París, en el distrito 17. En la encrucijada de la inclusión, la innovación social y la cultura, el proyecto Kiléma está diseñado para promover el acceso al empleo, el conocimiento y la vida cívica de las personas con trastornos del neurodesarrollo.
Contará con un espacio de coworking inclusivo, una librería adaptada, un centro de recursos y formación y una cafetería de convivencia inspirada en los Cafés Joyeux, todo ello gestionado en parte por empleados con discapacidad. Apoyado por instituciones locales, el proyecto encarna una visión comprometida de la convivencia y la innovación social en el corazón de la ciudad. Nos encanta

Inclusión: una cuestión de cultura interna

La inclusión también depende de la cultura y las prácticas internas de los espacios de coworking. Se trata de sensibilizar a los equipos sobre las cuestiones de diversidad, aplicar cartas éticas, impartir formación para acoger a un público diverso y diseñar espacios accesibles a todo tipo de discapacidades. Y más concretamente, sobre la cuestión de la DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), algunas marcas de coworking están desplegando cartas de compromiso, siguiendo el ejemplo de Silversquare (redes belga y luxemburguesa), ¡que saludamos!

La inclusión no es una etiqueta, sino un proceso que hay que cultivar: la escucha, la representación, la amabilidad y la apertura deben impregnar la vida cotidiana. El coworking también puede desempeñar plenamente su papel de vector de cohesión social garantizando espacios seguros y solidarios.

Los espacios de trabajo compartidos tienen un papel clave en la construcción de un mundo laboral más justo y diverso. Para lograrlo, tenemos que ir más allá de la retórica e invertir realmente en políticas inclusivas. Hacer que el coworking sea accesible para todos significa también enriquecer los colectivos de trabajo y fomentar la innovación a través del encuentro de las diferencias. En definitiva, se trata de hacer del coworking un lugar real para la vida, el intercambio... y la igualdad.

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