Con más de 4.200 espacios en Francia, el coworking y, más ampliamente, la oficina flexible, forman ya parte integrante de la infraestructura de la economía inmobiliaria y del sector servicios. Tras una década de hipercrecimiento, el mercado ha alcanzado la madurez, pero la edad de oro de los metros cuadrados compartidos se está agotando. Entre la inflación inmobiliaria, las prácticas híbridas y la estrechez de márgenes, los actores del sector también tienen que reinventar su modelo, o al menos hacerlo rentable. El caso WeWork aún está fresco en la memoria de todos, aunque no dejan de surgir nuevos espacios.
Ya no se trata sólo de llenar oficinas, sino de volver a dar sentido a la presencia. ¿Cómo rentabilizar las oficinas flexibles sin convertirlas en meros centros de negocios? ¿Cómo preservar lo que hace grande a un espacio de oficina flexible -su comunidad, sus encuentros, su valor colectivo- y, al mismo tiempo, hacer frente a las realidades económicas de un mundo laboral fragmentado? He aquí algunas de las claves.


Rentabilidad: un sutil equilibrio entre superficie, servicios y uso

Sí, digámoslo, porque aunque el modelo de coworking , pilar histórico de la oficina flexible, forma parte integrante del mercado inmobiliario actual, todavía se enfrenta a una tasa media de vacantes del 22% en París, según un estudio de la marca de coworking Wojo.

Abrir un espacio de coworking o de trabajo flexible significa gestionar un modelo de negocio híbrido. El primer pilar es obviamente la tasa de ocupación, verdadero barómetro de la salud financiera del espacio, pero más allá del simple llenado de espacios de trabajo, la clave está en la valoración de los metros cuadrados: ofrecer fórmulas flexibles (día, semana, suscripción, privatización) optimizando al mismo tiempo cada espacio mediante servicios a la carta y aportando un verdadero valor añadido al inquilino.

Los operadores de éxito han comprendido que no venden m², sino una experiencia de trabajo. Es el caso de Morning, Deskopolitan y Wojo, que combinan diseño, hospitalidad y servicios: conserjería, restauración, gimnasios y zonas de descanso. El coworking se convierte en un lugar para vivir, una prolongación del bienestar en el trabajo. Y eso es lo que nos esforzamos por promover en workin.space: no un espacio formado por m², sino la identidad de cada coworker individual.

El resultado: una mayor tasa de retención, un periodo medio de suscripción más largo y un boca a boca mucho más eficaz que cualquier campaña publicitaria.

La comunidad, motor de valor y atractivo

Un espacio de oficina flexible rentable es, ante todo, un espacio habitado. La comunidad es su activo más preciado: atrae, retiene y legitima el espacio. Los coworkers no sólo buscan una oficina, sino un entorno estimulante, sinergias profesionales y oportunidades de colaboración. La gestión de la comunidad es, por tanto, estratégica.

Los espacios de coworking de éxito han comprendido la importancia de un buen hospitality manager o gestor de coworking, que actúe como facilitador, mediador y catalizador de ideas. Ofrecen y gestionan servicios, a veces tomando prestados los códigos del lujo, para proporcionar una auténtica experiencia de trabajo: talleres, formación cruzada, eventos temáticos o simples cafés matinales, cada interacción crea un valor invisible pero esencial.

Diversificar los usos para amortizar y perdurar

Los espacios de coworking más sólidos se han dado cuenta de que su supervivencia depende de la diversificación. Además de los abonos mensuales, abren sus puertas a nuevos usos: eventos corporativos, conferencias, seminarios, cursos de formación, incubaciones, programas de innovación local, residencias artísticas o talleres solidarios. Cada espacio tiene su propio credo. Esta modularidad suaviza la estacionalidad y maximiza los ingresos accesorios, al tiempo que amplía la clientela a nuevos públicos.

El Bazaar St So de Lille, en plena estación de Saint-Sauveur, por ejemplo, ofrece un cineclub mensual y organiza regularmente festivales como el de Microtopies y el de Livre d'en haut. Le Moon, en Burdeos, ofrece clases y talleres de arte para niños todos los miércoles, y talleres Drink & Paint para niños más mayores.

Algunos van incluso más allá, como Les Tiers-Lieux Solidaires, integrando un catering sostenible, una tienda local o un fablab compartido.

El coworking se convierte así en un ecosistema de actividades, no sólo en un lugar de trabajo.

Eficiencia operativa: una palanca para los márgenes

La rentabilidad también depende del rigor operativo. La energía, la limpieza, el mantenimiento y la conectividad pueden suponer hasta el 40% de los costes operativos. Una partida presupuestaria importante. Las herramientas digitales actuales ofrecen potentes soluciones de gestión del rendimiento: sistemas de reserva automatizados, gestión dinámica de la climatización y la iluminación, seguimiento en tiempo real de los índices de ocupación, mantenimiento predictivo y facturación integrada.

Aquí, los datos se convierten en una verdadera palanca de gestión. Algunos operadores adoptan incluso un enfoque de Smart Coworking para limitar el consumo de energía, reciclar materiales o compartir espacios entre varios actores. Un beneficio ecológico, pero sobre todo económico.

Arraigo local para un éxito a largo plazo

Más allá del modelo de negocio, el éxito de un espacio de coworking depende de su relevancia local.
Los espacios de coworking no existen en el vacío; forman parte de un territorio, una comunidad y una economía. Los proyectos duraderos son los que colaboran con agentes locales públicos y privados, como cámaras de comercio, autoridades locales, universidades e incluso asociaciones. Se trata de volver a conectar con los distintos agentes locales para recrear vínculos.

En las ciudades medianas, estos espacios pueden convertirse en un motor de revitalización.

Rentabilizar un espacio de coworking no es sólo cuestión de cubrir puestos de trabajo, sino también de crear valor de uso. Se trata de transformar un lugar de trabajo en un espacio para vivir, trabajar en red y dejar huella, donde la rentabilidad se basa tanto en la satisfacción como en la ocupación.

En un mundo laboral cambiante, el espacio de coworking más fuerte no será el más grande ni el más elegante, sino el que combine agilidad, anclaje y utilidad. ¿Y si la mejor rentabilidad, al fin y al cabo, fuera la que beneficia a todos: al lugar, a la comunidad y al territorio que sustenta?

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