Las corbatas han desaparecido de los espacios abiertos. Los trajes estrictos han dado paso a las zapatillas blancas. Y en algunas oficinas, la sudadera con capucha se ha convertido en un signo de autoridad tan importante como el jersey de cachemira. Bienvenidos a 2025, donde los códigos de vestimenta profesional evolucionan tan rápido como nuestra forma de trabajar. Entre el trabajo a distancia, el coworking, la oficina flexible y las culturas corporativas cambiantes, el código de vestimenta tal y como lo conocíamos está experimentando una revolución silenciosa pero muy real. Detrás de los tejidos y los cortes, está tomando forma una nueva gramática social.

La gran relajación

Antes, vestirse para ir a la oficina significaba "ponerse en modo trabajo". Trajes, blusas planchadas, tacones, gemelos... cada atuendo obedecía a normas implícitas. Y esto era aún más cierto en los distintos sectores de actividad. Hoy, el marco se ha relajado... por no decir otra cosa.

La pandemia ha traído un soplo de aire fresco. En el teletrabajo, los pijamas fuera de cámara conviven con las camisas planchadas (o no) sobre un fondo borroso. La alineación entre imagen, función y lugar de trabajo se ha distendido, a veces hasta desaparecer.

Y en los espacios de trabajo compartidos o flexibles, ya nadie espera un uniforme tácito. La ropa es cada vez más individual, más híbrida, a veces incluso más narrativa. Refleja el estado de ánimo, la comodidad, la necesidad de afirmación o de invisibilidad del día. Refleja la nueva porosidad entre lo profesional y lo personal.

De lo formal a lo funcional (y a la identidad)

Este cambio no es sólo estilístico, sino también cultural. En las start-ups, la sudadera con capucha es casi un manifiesto. En los sectores creativos, los vaqueros crudos y las zapatillas deportivas cohabitan con americanas desparejadas. Entre los autónomos, el estilo suele acercarse más a lo cotidiano, con un pequeño extra para las reuniones con clientes.

Lo que ganamos en comodidad, lo reclamamos ahora en autenticidad.
La ropa ya no es una armadura social, sino una extensión de uno mismo. Debe permitirnos estar físicamente cómodos, sin dejar de ser "presentables" en un mundo de reuniones híbridas y visios improvisados.

¿Qué dice esto sobre el trabajo hoy en día? El cambio en el código de vestimenta no es insignificante. Refleja un cambio en el poder simbólico, pero también una reinvención de las posturas profesionales.

Hoy en día, la autoridad ya no se demuestra únicamente con un traje bien confeccionado, sino por la calidad del discurso, la capacidad de escucha, el dominio del tiempo o el proyecto. En una sala de juntas o en los equipos, el estilo pasa a un segundo plano frente a la competencia, la claridad y la confianza.

Esto no quiere decir que la apariencia ya no sea importante. Pero ya no responde a normas fijas: es contextual, cambiante, a veces estratégica.

En un espacio de coworking, en una oficina flexible los viernes o en una reunión de equipos a distancia, el código de vestimenta adecuado es el que no perjudica tu credibilidad, tu comodidad o tu intención para ese día.

Hacia una elegancia más fluida

El nuevo código de vestimenta no significa el fin del cuidado y el estilo. Todo lo contrario. Reclama una nueva forma de elegancia: más fluida, más sutil, más personal.

La comodidad se ha convertido en un derecho. Pero vestir bien sigue siendo una forma de estar atento a los demás, de mostrar respeto e incluso de establecer un marco invisible en entornos que se mueven con rapidez. Ya no hablamos de códigos fijos, sino de coherencia. Coherencia entre función, lugar, cultura de equipo y personalidad individual.

Así pues, el código ha cambiado, pero no ha desaparecido: se ha hecho más flexible, adaptado e individualizado. En un mundo laboral en plena redefinición, la indumentaria profesional se está convirtiendo en un campo de expresión en el que ya no se trata de vestir "como se debe", sino como funciona para uno mismo y para el entorno colectivo.

En el mundo de las oficinas de correos, vestirse bien sigue significando trabajar. Pero de otra manera.


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