Hubo un tiempo en que el coworking encarnaba una contracultura del trabajo: oficinas compartidas para autónomos, start-ups en zapatillas, espacios abiertos llenos de post-its de colores y cafés de filtro. Pero esta era artesanal es cosa del pasado. Hoy, y desde hace varios años, el coworking se ha convertido en un pilar del mercado del sector servicios, una palanca de agilidad para los grandes grupos y un campo de innovación para los operadores inmobiliarios.
Y si ahora atrae a multinacionales, es porque ha cambiado de escala. Bienvenidos a la era del Coworking XXL.

El fin de la sede única

Desde la crisis sanitaria, la geografía del trabajo ha dado un vuelco. Ha sido un verdadero punto de inflexión para el mercado del coworking y de las oficinas flexibles, que ha sabido adaptarse y ofrecer una respuesta acorde con las necesidades de las empresas y de los empleados.

Las sedes monumentales, símbolos del poder centralizado, se vaciaron poco a poco. Primero por razones sanitarias, luego gradualmente por razones sociales y societales. El trabajo descentralizado se considera ahora un derecho social. Los empleados ya no quieren volver a la oficina, o al menos no como antes, mientras que las empresas buscan conciliar flexibilidad, atractivo y racionalización de costes.

Aquí es donde entran en juego los grandes espacios de coworking, a menudo de entre 5.000 y 15.000 m², capaces de albergar a cientos de empleados, generalmente entre 400 y 600 puestos de trabajo, en un entorno a la vez flexible e inspirador. Estos nuevos hubs ya no son simplemente terceros lugares; son extensiones temporales o permanentes de las sedes de las empresas, diseñadas para el trabajo híbrido. Son lugares de reunión de equipos de proyecto, de acogida de clientes, de organización de seminarios o, simplemente, de encuentro.

Varias marcas de coworking han hecho de este concepto su firma, entre ellas Morning, Wojo y Spaces (IWG), por citar algunas. Pero este mercado también es coto privado de marcas más pequeñas. El grupo Insitu, con sede en Toulouse, acaba de anunciar la apertura de un espacio premium todo incluido de 11.000 m² cerca del aeropuerto de Toulouse Blagnac.

Espacios premium, conectados y listos para usar, donde todo está incluido, desde el cable de fibra óptica hasta el café de especialidad, el gimnasio y las azoteas con plantas. La oficina se convierte en un servicio, no en una propiedad.

Flexibilidad económica: un argumento decisivo

Si las grandes empresas se están pasando al coworking XXL, no es sólo por la belleza del espacio -aunque eso es un factor-, sino también por una cuestión de ecuación económica.

El modelo de alquiler 3-6-9 ha caído en desgracia y, en un contexto de incertidumbre y presión financiera, los gestores inmobiliarios buscan flexibilidad presupuestaria: contratos más cortos, espacio escalable y costes compartidos.

Los operadores de coworking proporcionan esta agilidad. Transforman los gastos de capital (CAPEX) en gastos de explotación (OPEX), ofreciendo libertad estratégica y contable.

Dos cifras interesantes a tener en cuenta. Según Cushman & Wakefield, casi el 55% de los usuarios corporativos de todo el mundo ya utilizan soluciones de oficina flexible. Otro informe de CBRE afirma que las empresas -y no sólo los usuarios- aspiran a tener hasta el 29% de sus carteras en espacios flexibles para 2027.

Es comprensible que para muchas se haya convertido en un pilar estructural, un medio para probar ubicaciones regionales, desaturar las sedes de París o reducir su huella de carbono vinculada a los desplazamientos.

El coworking XXL como palanca de la experiencia de RRHH

Pero otra razón por la que el coworking XXL es tan atractivo es que responde a un reto humano.
Las oficinas ya no son sólo lugares donde la gente produce, sino lugares a los que pertenecen. Los departamentos de RRHH lo han entendido: la oficina se ha convertido en una palanca para la marca del empleador.
Debe inspirar, conectar y animar a la gente a reunirse.

Por eso, en los espacios de coworking, todo está pensado para estimular la creatividad y la convivencia: catering local, gimnasios, servicios de conserjería, zonas tranquilas... Y en estos entornos de alta gama, el coworking se convierte en una extensión de la cultura corporativa.

El coworking XXL no es una moda: es la respuesta a una doble transformación inmobiliaria y cultural. Refleja un cambio profundo en la forma de concebir el rendimiento. Mañana, los grandes espacios de coworking podrían convertirse en la norma de las oficinas: lugares de geometría variable, capaces de albergar comunidades profesionales tan diversas como dinámicas y de integrar códigos de servicio, flexibilidad y bienestar.

El coworking ha cambiado de tamaño, pero no de misión. Sigue siendo ese espacio intermedio entre el trabajo y la vida, entre lo individual y lo colectivo. Simplemente ha crecido, a imagen de las empresas que hoy encuentran en él su equilibrio.

¿Y si, al final, el futuro de la oficina estuviera menos en las torres de cristal que en estos espacios abiertos, ágiles y compartidos, donde por fin conviven empresas y personas?

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